El Pais Uruguay

Izquierda woke

FRANCISCO FAIG

El sociólogo quebequense Bock-côté acaba de publicar “La révolution racialiste”. Describe allí el camino ideológico y político que está siendo tomado por cierta izquierda en Estados Unidos (EEUU) y en otros países centrales de Occidente.

El quebequense no está solo en su diagnóstico: por ejemplo, Schapire, periodista residente en París, describe el derrotero identitario de la izquierda francesa en “La traición progresista”; y Haidt y Lukianoff en “La transformación de la mente moderna”, publicado en 2018, ya habían analizado la gravísima situación de una parte del mundo universitario de EEUU. Además, estos últimos advirtieron del enorme riesgo de que este “virus ideológico”, para retomar la imagen de Bockcôté, se expandiera en el mundo globalizado del conocimiento de la mano del liderazgo estadounidense.

El año pasado asistimos a una manifestación de esta revolución racialista: se trató de la violenta “cancel culture” en EEUU. Ella exigió una revisión de la historia, de la socialización política y de la cultura en general, de forma de contrariar lo que, según ella, es el “racismo sistémico” y originario de la civilización occidental. La demanda de dignidad y reconocimiento de esa “cancel culture” se asienta en la raza, y es a partir de ese concepto que se reanaliza la forma en la que viven las personas en las sociedades plurales y laicas de Occidente.

La izquierda woke se alinea tras este sentimiento y esta acción reivindicativa. En empresas, universidades y medios de comunicación, la exigencia racialista, considerada progresista, es que los “privilegiados blancos” pasen por rituales que los exorcicen de su racismo sistémico. Se multiplican así los actos de arrepentimiento público que buscan confortar a los colectivos históricamente humillados: una suerte de revolución cultural maoísta de los 60, mezclada con juicios estalinistas de los años 30, pero sin la idolatría que era propia de esos regímenes comunistas.

En el mundo universitario, Haidt y Lukianoff narran el surgimiento de los “lugares seguros” para estudiantes, que buscan tranquilizar a los jóvenes que teman exponerse a ideas que creen que puedan dañarlos u ofenderlos.

En el mundo político, cierta izquierda, antes universalista, se embandera con un identitarismo ideológico en el que, como bien explica Schapire, se considera que existe una suerte de nuevo proletariado musulmán que es víctima del colonialismo blanco, y que por tanto tiene legitimado su accionar terrorista.

La exasperación en el discurso y en acciones concretas como los cursos de reeducación o los test de racismo que ya operan en empresas y universidades en EEUU, dispone además de una amplia financiación y de redes internacionales para extender su influencia, como por ejemplo algunas ONGS y ciertas agencias de la ONU. Así, todos estos procesos y movimientos terminan limitando la libertad de expresión y destruyendo las bases liberales de la convivencia social, que son la mejor tradición de Occidente.

Todo esto parece lejano y hasta extraño. Sin embargo, esta es la ideología que ya está ganando influencia en la generación izquierdista más joven del país. El viejo estalinismo conservará así su signo bárbaro, autoritario y dogmático, pero tomará el nombre de izquierda woke.

Todos estos procesos terminan destruyendo las bases liberales de la convivencia social.

EDITORIAL

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2021-05-16T07:00:00.0000000Z

2021-05-16T07:00:00.0000000Z

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