El Pais Uruguay

Y un día se convenció que el arte era lo suyo

Guillermina Uteda empezó a pintar no muy segura de sus dotes; el resultado la sorprendió

ANALÍA FILOSI Empezó con el óleo y los animales; con el tiempo se pasó al acrílico y las flores.

Pinto desde que sé agarrar un pincel”, dice Guillermina Uteda (23 años), al tiempo que confiesa que le costó mucho reconocer que eso podría llegar a convertirse en su medio de vida.

“Mi madre siempre quiso tener una nena para volcar todo lo que sabía de arte y caí yo después de dos hermanos varones. Cuando pudo me puso un pincel en la mano y me empezó a regalar pinturas, crayolas. Yo me quejaba ‘mamá, quiero barbies’, pero hoy lo agradezco”, cuenta con gracia.

Su madre pintó hasta que la obligaron a elegir una carrera, optó por Medicina y dejó la pintura de lado. Pero la pasión no desapareció y tanto ella como su propia madre siempre fueron personas muy informadas sobre el arte y la cultura, cosas que fueron contagiando a Guillermina sin que se diera cuenta.

En el taller de Alejandro Pérez Noya, al que comenzó a ir con 6 años, disfrutaba mucho. “Alejandro estaba loco de la vida conmigo, le decía a mi madre:

Guillermina nació en Montevideo, pero el trabajo de su padre -ingeniero agrónomo- determinó que la familia se mudara a Libertad (San José). Allí viven sus dos hermanos mayores, estudiantes de Agronomía, y sus padres. Ella se mudó a Montevideo por sus estudios. Hizo tres años de Veterinaria, cursó Gestión de Modas y Tendencias y hoy estudia Ciencias de la Comunicación. Trabaja para el portal de agro

en redes y como periodista. tre comillas. Sentía que el arte y la moda eran muy superficiales, no quería dedicarme a eso. Quería algo más profundo en mi vida, ayudar a la gente, a los animales”, señala.

Pero fue abrir su cuenta de Instagram y ya no hubo vuelta atrás, llovieron pedidos de gente de todas partes.

ENCARGOS. Su primera venta no la pudo sorprender más. A un mes de estar en Instagram, una mujer de Durazno le escribió pidiéndole tres cuadros. Guillermina se los cotizó caros porque no quería desprenderse de ellos. La mujer los compró.

Como recién comenzaba y nunca tuvo como meta comercializar su arte, sus primeras obras no eran muy costosas; lo tomaba como algo para hacer un dinero extra. Con el tiempo se dio cuenta de que lo que estaba poniendo en venta era su tiempo, su amor y su trabajo, y eso sí merecía cotizarse más.

Subió los precios y, claro está, no vendió tanto como al principio, pero hizo que la gente valorara mucho más el trabajo que había detrás. “La creatividad es lo más caro de todo porque, si bien los materiales cuestan, pensar una idea y que quede bien es dificilísimo, y eso creo que es lo que más vale de un cuadro sea mío o de cualquier otro pintor”, destaca.

La gente lo valoró, no solo en Uruguay sino en el resto del mundo. Dice que tiene más clientes en Buenos Aires que aquí y que, si bien desde Europa aún no le han comprado, la contactan de países que ni sabe cómo se pronuncian.

Su venta más rara e importante fue a República Dominicana, la primera venta al exterior. “Tenía repocos seguidores y me escribió una chiquilina que no sé cómo llegó a mí. Me dijo que le gustaban mucho mis Frida (Kahlo), que si le podía mandar una y cuánto le cobraba. A los cinco minutos me había depositado todo el dinero, yo no lo podía creer. No me quedaba otra que hacerle el cuadro. Llamé a mi padre para preguntarle cómo mandar un cuadro a República Dominicana”, cuenta entre risas.

SU ARTE. Comenzó trabajando con la técnica del óleo, que afirma le da gran libertad. El problema es que demora mucho en secarse y eso retrasa la entrega de pedidos, que cada vez son más. Por eso se pasó al acrílico, que también le gusta mucho porque tiene más colores y va más con lo que hace.

“Las personas que me conocen me dicen ‘tus cuadros te reflejan’”, cuenta quien comenzó pintando animales, pero los abandonó porque no se venden tanto y, si bien no quiere hacer algo mercantil de su obra, reconoce que de alguna forma hay que sustentarse. Advirtió entonces que lo que más gusta son las flores, cosa que ama junto con los colores y son esos los motivos que dominan sus cuadros hoy en día.

“Creo que no me voy a mover de acá por mucho tiempo”, apunta esta amante del impresionismo y de Monet.

Su taller, entre comillas como dice, está en la barbacoa de su casa en Libertad, lo cual antes de la pandemia la obligaba a pintar solo los fines de semana. Para cuando retome sus clases de Ciencias de la Comunicación en agosto, planea buscar un lugar en Montevideo donde tener sus materiales y poder pintar toda la semana.

A más largo plazo piensa en una posible exposición. La situación actual hace que en su mayoría se hagan vía online ya ella no le convence, prefiere la presencialidad.

Si bien finalmente se convenció de que el arte es lo suyo, quiere contar con el backup de una carrera “convencional”. Le quedaron un par de materias de Gestión de Moda y Tendencias, que está viendo cómo terminar. Este curso le sirvió para darse cuenta de que le atraía la comunicación y así empezó a estudiar la carrera en la Universidad de Montevideo. Está probando si prefiere el marketing, la publicidad o el periodismo.

“Hasta hace unos meses pensaba que tenía que estudiar y conseguir un buen laburo”, recuerda. Hoy sabe que puede vivir de su gran pasión y hacia ella apunta, quizás perfeccionándose en el exterior, para lo que tiene el apoyo familiar.

“Cada vez se me dan más oportunidades y no puedo estar más contenta. Quiero dedicarme al arte, vamos a ver cómo sale”, concluye, ahora sí, sin lugar a la subestimación.

VIVIR

es-uy

2021-07-31T07:00:00.0000000Z

2021-07-31T07:00:00.0000000Z

https://epaper.elpais.com.uy/article/281917366119976

El Pais Uruguay