El Pais Uruguay

NATALIA OREIRO

—No sé si estoy tan despegada porque tengo esa sensación de que, por la pandemia, existió como una especie de impasse universal donde el tiempo no pasó tal cual uno lo conoce. Entonces de todos los proyectos que hice antes y durante, porque tuve la posibilidad de poder trabajar bastante en pandemia, no te desentendés hasta que ven la luz. Y Las Rojas estaba ahí, porque las películas no se completan hasta que las ve el público. Y ahora sucedió. Y si bien es un western, algo inusual por estos lados, es muy actual: habla de los vínculos de dos personas que están, en su forma y a su manera, enfrentadas; sobre la búsqueda de la verdad, sobre cómo el ser humano aborda ese cuidado ambiental. Es algo superactual.

—Lo que más atraviesa la película es, más allá de las locaciones, un trabajo físico de tu personaje, Constanza, que se maneja con diálogos concretos, concisos y con los gestos. ¿Cómo fue, en ese sentido, pasar esta historia por el cuerpo?

—Qué lindo eso porque de eso se trata el cine, de la posibilidad de contar con la mirada. Es el lugar donde uno más puede desarrollar el pensamiento visual, justamente por el tamaño de la pantalla; quizás en un celular la expresión de intimidad se pierde. Lamentablemente, y digo así porque soy una romántica y quiero que la sala de cine sea algo que perdure, pareciera que todo lleva a ver la ficción en dispositivos digitales, donde esas sutilezas muchas veces no se pueden transmitir. La transformación física y emocional que tiene mi personaje es difícil ponerla en palabras; ella es una observadora de lo que está pasando y es tan poderoso y vertiginoso lo que sucede, en el encuentro con Carlota, en el encuentro con el personaje de Diego Velázquez que vendría a encarnar la destrucción… Sí, el trabajo que hice con el director y mi coach tiene que ver más con lo que piensa que con lo que dice, y esa transformación fue la que buscamos. La de una mujer que arranca siendo muy rígida y termina trascendiendo hasta hacerse una con el espacio.

—En comparación con ese devenir de Constanza, ¿qué tan frecuente ha sido, en tu carrera, esto de tener que demostrar o ganarle a la subestimación?

—(Piensa) Yo creo que nos pasa a todos, ¿no? En mayor o menor medida. Porque siempre la mirada del otro es cruel, en cualquier profesión y a cualquier edad. En mi trabajo soy una persona muy minuciosa que trata de llegar con una propuesta al momento de la filmación; es algo que me gusta hacer, que elegí y que me da cierta seguridad, y que el otro se puede alegrar o puede chocar con tu idea. Y en ese cruce puede haber cierta subestimación por prejuicio, por género, por experiencia o porque directamente la persona es cruel. Y eso no es algo que me deje de suceder; es algo que como intérprete, como mujer, me pasa. Cuando era chica me pesaba y me angustiaba, por esa sensación de que todo el tiempo tenía que demostrar algo. Y viéndolo a la distancia estaba bien, porque yo estaba construyendo, buscando mis recursos, algo que sigo haciendo: sigo creciendo, sigo buscando mis recursos, sigo siendo inquieta y buscando cosas diferentes con el riesgo que eso conlleva. Pero un poco se trata de eso, de jugársela, de ir para adelante rompiendo tu zona de confort.

—En esto de ir para adelante, laboralmente estás haciendo mucho. Quizás porque has ganado mayor lugar en la televisión uruguaya, entre los programas y las publicidades, y entonces estás muy presente, pero da la sensación de que estas trabajando más que nunca. —Como que siempre fui así igual, ¿eh? (Se ríe) Pero si se puede agradecer algo de la pandemia, a mí me encontró estando más de la mitad del año en mi país y eso fue maravilloso, porque me dio la posibilidad de estar mucho en contacto con mis papás y de encontrarme con mi esencia. Es algo que trato de no perder, de rescatar, pero ahora respiro la rambla de acá y el “ta”, el “chiquilines”, me salen naturalmente y me vuelven a los 15, a los 12, a la casa de mi abuela en el Cerro. Y es cierto que lo que me sucedió es que Uruguay me dio la posibilidad que no venía aceptando en Argentina, que es la de ser conductora.

—Un rol que habías ocupado en eventos, en premios…

—Pero más desde el lugar de actriz. En Argentina me lo habían propuesto, pero yo era reticente porque no quería ocupar un espacio que, entendía, no estaba preparada para ocupar. Y cuando aparece la posibilidad de hacer Got, Nacho (Varela), el productor, me dijo: “No tenés que ser otra que no seas vos”. Y esa frase me hizo ponerme en el lugar de que todas esas personas que estaban yendo a buscar un sueño también era yo. Es más, creo que es el lugar donde más genuina soy. Ser conductora de Got ode La Voz no me cuesta porque no quiero ser otra, y sentí en ese punto que no había una expectativa de que yo hiciera algo diferente a mi esencia. Y eso me relajó mucho. Pero yo no me hubiera animado a hacerlo en Argentina. Yo siento que en mi país soy yo, soy “la Nati”, y en Argentina, no sé por qué, me cuesta más hacer personajes como actriz si se me reconoce mucho como Nati en la televisión.

Oreiro coprotagoniza junto con Mercedes Morán la película que fue estrenada ayer.

“Yo siento que en mi país soy yo, soy ‘la Nati’”, dice sobre su trabajo en Uruguay.

—Y finalmente este año vas a conducir en Argentina.

—¡Al final me convencieron! Pero The Masked Singer es un proyecto que me gusta mucho, muy familiar, algo lúdico que tiene que ver conmigo. Hoy no me veo siendo una conductora más tradicional.

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2022-05-13T07:00:00.0000000Z

2022-05-13T07:00:00.0000000Z

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