El Pais Uruguay

Querido Canario

Estaba en un hotelito en Madrid cuando leí que un auto de presidencia se había accidentado con el trágico saldo de tres fallecidos. Vi que uno de ellos se llamaba Juan Carlos Rodríguez, pero no pensé que fueras vos. Enseguida decían que esa víctima era secretario del Partido Independiente y trabajaba en la Junta Nacional de Drogas.

Cuando muere un amigo, tratamos de negar lo que pasó. Hay una escena de Macbeth donde le informan al exiliado Macduff que han asesinado a toda su familia. Pero él no reacciona ni con llanto ni con furia. Se limita a repetir con incredulidad: “¿Y mi mujer también?”, “¿Y mis hijos también?”. Porque hay dolores que no caben en la cabeza y el de tu pérdida tan prematura, Canario, es uno de ellos.

Nos conocíamos desde 2012, cuando empecé a trabajar en la publicidad del PI. Todos sabíamos que te llamabas Juan Carlos pero a nadie se le ocurría nombrarte de otra manera que no fuera “el Canario”. Era así como vos mismo te presentabas; el primer puente de confianza que tendías a quien te estrechaba la mano.

En una actividad como la política partidaria, donde no faltan los divismos y malhumores, nunca, nunca te vi enojado ni te escuché alzar la voz, a no ser que fuera para defender con vehemencia tus ideas. Tenías una actitud proactiva, no parabas nunca y siempre trasmitías buena onda. No eras el político de escritorio que la mira de arriba. Vos eras de los que recorren los barrios y no solo en campaña. Estabas al lado de la gente, hablándole en su mismo idioma, traduciendo sus vivencias en líneas de acción política con que nutrías la plataforma de tu partido. Eras al que todos recurríamos cuando había que organizar algo, y más si era una movida complicada, que demandara esa tenacidad constructiva que te salía por los poros.

Me viene a la mente solo una anécdota que te pinta de cuerpo entero. Me citaste un día en la sede del PI para crear la campaña en apoyo de la LUC. Apenas me senté a la mesa, contigo y con Pablo, me empezaste a explicar el brief, una síntesis de lo que hay que comunicar y a quién hay que hacerlo. Ahí nomás dijiste que el concepto principal tenía que ser “algo así como No al trancazo”. Con Pablo nos miramos y nos reímos: el eslogan era ese, no podía haber otro mejor. Y así fue.

Te volví a encontrar cuando aportamos al programa departamental de Laura Raffo, entonces vos como uno de sus suplentes. En ese entorno de

Hay dolores que no caben en la cabeza y el de tu pérdida tan prematura, Canario, es uno de ellos.

gente de distintos partidos, pero con una común vocación liberal y republicana, te hiciste querer tanto que volviste a convertirte en imprescindible.

Y si con eso no alcanzara, eras un hijo, marido y padre cariñoso. Tan militante de la justicia social como del amor a los tuyos. Pablo y Daniel te querían —y te seguirán queriendo— como a un hermano. No entiendo cómo pudo haber pasado lo que pasó. Me subleva cada vez que la muerte se lleva antes de tiempo a alguien tan bueno. Dan ganas de putear a esta vida estúpida.

Ese día que me enteré en Madrid, de tarde fui al Museo del Prado. Frente al Jardín de las Delicias de El Bosco había una pequeña multitud, con caras arrobadas por el asombro y la emoción. Y ahí tuve la respuesta que necesitaba: un tipo que pintó una obra genial hace seis siglos, sigue iluminando al mundo aunque esté muerto.

De igual modo tu calidad humana, Canario amigo, sobrevive en el ejemplo que dejás en nosotros.

EDITORIAL

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2022-07-06T07:00:00.0000000Z

2022-07-06T07:00:00.0000000Z

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