El Pais Uruguay

Perros de caza: sin normativa y en medio del debate

Investigadores analizan diferentes aristas de un problema social y ambiental que los tiene como actores

MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Si bien la caza está regulada a nivel nacional, más que nada en cuanto a las especies que se pueden cazar y cuáles no y con qué tipo de armas, no existe una normativa específica hacia los perros de caza. Estos son el centro de un debate actual al considerarse como un problema socioambiental.

La Ley 18.741 de Tenencia Responsable y Bienestar Animal no hace mención a estos animales, puesto que hace énfasis en las especies de compañía.

Juan Martín Dabezies, responsable e investigador principal del grupo de Caza y Antropología en el Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Udelar, indicó que, por ejemplo, el manejo de las jaurías en España está “hiperregulado” puesto que “salir con 20 perros es incontrolable” (ver recuadro).

En ese país hay exigencias en materia sanitaria diferentes a los animales de compañía domésticos; al tiempo que quien tenga cinco ejemplares deberá estar registrado como núcleo zoológico y si quiere criar habrá de contar con instalaciones adecuadas.

Más cerca de Uruguay está la experiencia de la provincia de La Pampa, Argentina, donde hay normas que establecen cómo debe practicarse la caza con perros: “Existe la figura del tenedor de jauría y se especifica cuántos animales puede tener, cuántos puede transportar y con cuántos puede salir a cazar”.

Y añadió: “Acá no hay control ni nada que regule”. En el país queda bajo consideración del propio cazador y, por tanto, pueden darse situaciones reñidas con la promoción del bienestar animal. Leticia Poliak, miembro del grupo de investigación Caza y Antropología, puso este ejemplo: “Muchos perros pasan días sin comer para ir a cazar muertos de hambre”. Ambos técnicos consideraron que la legislación en cuanto al Bienestar Animal presenta varias contradicciones y, por lo tanto, los perros de caza quedan en un “limbo”.

ADIESTRAMIENTO. Lo frecuente es que se utilicen perros grandes para que sea más fácil el agarre del jabalí. “Tienen que ser fuertes y rápidos”, apuntó Poliak.

Los cazadores prefieren perros mestizos: producto de la cruza entre galgos (por su velocidad) y dogos argentinos (por su fuerza) y cruza entre barbillas (por su olfato) y galgos. “Se hace el perro para el jabalí”, afirmó. Los pequeños rastrean y se introducen en recovecos; los grandes sujetan y atacan a la presa. Lo esencial, según los investigadores, es lo que se llama “el casamiento” entre la personalidad del perro y la personalidad del cazador “para que la caza sea efectiva”.

No obstante, Poliak señaló que el adiestramiento no solo lo realiza el hombre sino los propios perros que les enseñan a los cachorros cómo comportarse. El jabalí generalmente es cazado con una jauría de unos cinco a 20 perros, la cual rastrea al animal y lo inmoviliza “hasta que viene el cazador y le da fin con un cuchillo o con un arma de fuego”.

La jauría, por su parte, puede estar compuesta por animales de diferentes orígenes, dado que hay cazadores que levantan a perros callejeros y, así como los toman, los despachan si resultan heridos. “Hay cazadores que se vinculan al perro como un objeto”, dijo.

Este es uno de los puntos más criticados por los grupos animalistas. Pero hay otros cazadores que llevan un botiquín de primeros auxilios y otros “plantean que dejan alguna ropa para que vuelva el perro si se pierde y al otro día los van a buscar”.

TENSIONES. Una de las aristas del problema socioambiental que preocupa a Dabezies y a Poliak es la conformación de jaurías de perros errantes (entre ellos, de caza que son abandonados o se pierden) que ocasionan daños productivos, tienen riesgo de transmisión de zoonosis y producen accidentes de tránsito, entre otras cuestiones.

Otra es que los perros pueden matar especies nativas en una salida (como mulitas y carpinchos), constituyéndose en una amenaza para la biodiversidad pero, al mismo tiempo, son vistos como una herramienta para el control de especies exóticas invasoras. No obstante, “una mala praxis tiene demasiados efectos secundarios”, señaló el investigador.

Dabezies habló, además, de la siguiente tensión: “¿Quién sabe cuál es la felicidad del perro? Los animalistas apuntan a su humanización, a lo cultural; mientras que para los cazadores es lo natural”. Unos apuntan a una involución; otros se refieren a la propia naturaleza ancestral del hombre y del perro.

En ese sentido, Poliak recordó el testimonio que brindó un cazador: “¿Qué es más violento? ¿Un pitbull encerrado en un balcón y obeso o un perro que sale a cazar?”

La multiplicidad de criterios y la falta de regulación dificultan, a juicio de los investigadores, la generación de propuestas claras para abordar este problema socioambiental. “El perro es parte de una red. Sin esa red no es un perro de caza”, concluyó Poliak.

“Muchos perros pasan días sin comer para ir a cazar muertos de hambre”.

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2022-07-06T07:00:00.0000000Z

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