@|

El próximo 12 de noviembre de 2022, se cumplirá el primer centenario del Hospital Centro Geriátrico Dr. Luis Piñeyro del Campo en su emplazamiento actual.

La institución es la sucesora del Asilo de Mendigos fundado en 1860 —en terreno donde está hoy el Hospital Pasteur— y cuyo destino era alojar a ancianos desvalidos mayores de 60 años y a desamparados crónicos de toda edad.

La Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública compró en 1908 a la sucesión Basáñez un terreno de 8 hectáreas y media que había sido la quinta de Don Tomás Basáñez.

Años más tarde, fue la Asistencia Pública Nacional encabezada por el Dr. José Martirené, la encargada de llevar adelante la construcción del Nuevo Asilo Luis Piñeyro del Campo. La obra fue dirigida por el Arq. Juan Giuria, Director de la Sección Edificios Hospitalarios de la División Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.

En 1983 se enajenaron 4 hectáreas en beneficio del BHU, para su utilización en el marco del Plan Nacional de Viviendas.

El decreto 433/2004, atendiendo a su misión, sus objetivos y a los numerosos servicios brindados, propuso su designación actual: Hospital Centro Geriátrico Dr. Luis Piñeyro del Campo.

Su transcurso, a lo largo de este centenario, ha tenido —no podía ser de otra manera— un sinnúmero de dificultades. No obstante, hoy debe ser considerado como el centro de atención geriátrica integral más importante del país.

Durante el siglo XX y en lo que va del XXI, se produjo una verdadera revolución de la longevidad. La esperanza de vida aumentó veinte años desde 1950 y se prevé que para el año 2050 haya aumentado diez años más. El porcentaje de personas mayores, en todo el mundo, se duplicará y pasará del 10% al 22%. Para el Uruguay eso significa que tendremos alrededor de 800.000 adultos mayores. El envejecimiento de la población es hoy, en nuestro país, tema de primordial importancia y un verdadero desafío para pensar en políticas sociales.

Hace más de 50 años, Simone de Beauvoir escribió en su libro La Vejez: “Muchos sobreviven penosamente, desprotegidos e incomprendidos”. Duele decirlo, pero poco ha cambiado. ¿De quién es la culpa? La culpa es, probablemente, el no asumir que la vejez es una responsabilidad colectiva.

Resulta reconfortante recorrer la historia centenaria de la institución, no de modo nostálgico, sino para obtener inspiración, vivir el presente y proyectarnos —con esperanza y creatividad— hacia un futuro que aspiramos sea promisorio.