El Pais Uruguay

Cinéfilo en crisis

Para un cinéfilo irredento como quien esto escribe, es muy duro enterarse de que la mejor película de la historia es una que desconoce, de una directora de la que hasta ahora nunca había sentido hablar.

Eso me pasó esta semana cuando leí que 1.500 críticos, convocados por el British Film Institute, dieron ese galardón a “Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1800 Bruxel”, una película belga de 1975 dirigida por Chantal Akerman.

Se trata de una compulsa que se realiza cada diez años, y que solía ser ganada siempre por la monumental “El ciudadano” de Orson Welles, quien también la co-guionó, dirigió y protagonizó. Luego “Vértigo” de Hitchcock la desplazó del podio, y ahora lo hace esta película desconocida, de la que Fernán Cisnero nos ha informado el domingo pasado.

La verdad es que con mi corazoncito siempre del lado de Kubrick, Fellini y Welles, no puedo protestar, porque no vi la película de Akerman (está en Youtube, sin subtítulos). Ahora no es difícil que sea relanzada, por esta noticia bomba.

Lo que sí puedo afirmar es lo que siempre siento cuando aparecen estos rankings formulados por expertos: el desaliento de que siga subsistiendo la moda de listar obras de arte por un imposible orden de calidad, un verdadero absurdo.

¿Quién puede sustentar la idea de que el Réquiem de Mozart es mejor que la novena de Beethoven, o que las Meninas de Velázquez superan al Guernica de Picasso? Me recuerda al inolvidable Horacio “Corto” Buscaglia, cuando protestaba porque a los diarios les gustaba publicar el ranking de películas que habían vendido más entradas. Ese dato no es nada relevante para una página cultural, a lo sumo puede serlo para la sección de Economía. Lo mismo pasa con estos augures de la competitividad artística, que tienen la osadía de colocar nada menos que “Tiempos modernos” de Chaplin allá al fondo, en el lugar 78 de las 100 mejores.

A Kubrick le incluyen apenas tres películas, cuando las diez que dirigió, de “Paths of glory” en adelante, son obras maestras extraordinarias.

Colocan en la lista un entretenimiento estúpido como “¡Huye!” (villanos blancos que le roban el cuerpo a bondadosos afroamericanos, para implantarles sus cerebros y así perpetuarse con vida) y se olvidan de “Los demonios” de Ken Russell, “Repulsión” de Polanski o “Dios y el diablo en la tierra del sol” de Glauber Rocha. ¡Pasolini ni siquiera aparece en la lista! ¡Buñuel no sale ni a placé! No seas malo…

¿Quién puede sustentar la idea de que el Réquiem de Mozart es mejor que la novena de Beethoven

Admito que el lector no cinéfilo se ría de mi indignación: solo le pido que piense como se habría sentido si Alonso se hubiera olvidado de convocar a Arrascaeta y Rochet…

El querido director de teatro Héctor Manuel Vidal, allá por 1980, llevó esta rebelión contra las categorizaciones a un nivel extremo: se negó a recibir el premio Florencio por su espectáculo “Galileo Galilei”, aduciendo que el arte no puede someterse a la simplificación competitiva.

Y aunque simpaticemos con el Florencio como una excusa para la promoción del teatro, la verdad es que Héctor tenía razón. No existe criterio que permita jerarquizar lo incomparable. Todo termina siendo algo peor que una muestra de subjetividad caprichosa: un resultado representativo de opiniones mayoritarias, pero revelador del más disparatado azar.

Con estas pesquisas pueriles logran que hagamos clic en la noticia, pero el amor al cine está en otra parte. ¡Aguante “El perro andaluz”!

EDITORIAL

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2022-12-07T08:00:00.0000000Z

2022-12-07T08:00:00.0000000Z

https://epaper.elpais.com.uy/article/281857237570540

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