El Pais Uruguay

La historia triste y llena de canciones de la mejor voz del mundo

FERNAN CISNERO

Debe haber sido mágico ese momento en que Clive Davis, el ejecutivo más importante de la industria de la música popular de la segunda mitad del siglo pasado, vio a Whitney Houston cantar “The Greatest Love of All”. Fue en todo caso un hito del pop: de ahí en más, ella se convertiría en una de las artistas más exitosas del mundo y dueña de una voz, divinamente prodigiosa.

Un daño colateral de tanto talento fue la felicidad, a la que Houston buscó en el placebo de las drogas y en un matrimonio que venía mal de origen. Algo de alegría encontró en su hija y, principalmente, en cantar, un don que se le daba muy bien.

La combinación de repertorio y sufrimiento lleva inevitablemente a una biopic y ahí están para confirmarlo Rocketman sobre las drogas y las canciones de Elton John y Bohemian Rhapsody sobre Freddie Mercury. Elvis, una biopic más arriesgada, tiene ocho nominaciones al Oscar, lo que demuestra la vigencia del subgénero.

Ahora hay que sumar a la lista Quiero bailar con alguien. La historia de Whitney Houston que se estrenó ayer en cines y da todo lo que promete. La escribió Anthony Mccarten, el mismo de Bohemian Rhapsody, lo que explica muchas cosas. La dirige Kasi Lemmons, la produce el propio Davis (que además está interpretado, previsiblemente, por Stanley Tucci) y la protagoniza Naomi Ackie. La voz es, porque es imposible duplicarla, la de la propia Houston.

“Les voy hacer un potpourri de canciones de amor”, dice Houston y eso explica el código de lectura: esto es un repaso a grandes hitos y grandes canciones de una vida y una obra que figura entre las más conocidas del siglo XX. Su muerte, el 11 de febrero de 2012, fue recibida con un pesar universal: pocas estrellas dieron tantas alegrías en formato de canción (aún conserva el record de siete número uno consecutivos en Estados Unidos) y pocas expusieron tanto una vida así de complicada.

Houston había nacido el 9 de agosto de 1963 en Newark, New Jersey. Su madre era Cissy Houston, una cantante de cierta fama. Whitney era prima lejana de Dionne Warwick, ahijada de Darlene Love y Aretha Franklin oficiaba de tía.

Su primer disco es de 1985 y marcaría un estilo de soul con influencias pop que fue visto con recelo por cierta parcialidad ortodoxa de la pureza racial de las canciones. Houston tomaba su amplitud musical como un símbolo de rebeldía y claramente es el mejor atributo de su música que podía pasar de una balada romántica a un pop ochentero o integrar un hit country sin que se note.

Se la conocía como “La Voz” y antes de deslumbrar a Davis se repartía entre el coro de la iglesia y el de su madre, quien alentó y dirigió la carrera de la nena. El padre se encargaba de los negocios, lo que no necesariamente era una buena cosa. Entre sus éxitos figuran “Greatest Love of

All”, “Saving All My Love”,

“How Will I Know” y, claro, “I Will Always Love

You”, en versión vivo en el concierto por la liberación de Nelson Mandela en Sudáfrica, y “I Wanna Dance with Somebody”, que da título de la película y se siente como un festivo pedido de ayuda. Todas están incluidas en la banda de sonido.

El setlist, a sabiendas que el público va a por todo, se cierra con el “Impossible Medley” —ese potpurrí que incluye “I Lover You, Porgy”, “And I Am Telling You I’m Not Going” y “I Have Nothing” durante la edición 1994 de los American Music Awards— y la muestra en todo su esplendor técnico y vital.

Lo que Quiero bailar con alguien, que es una película del montón, consigue es, principalmente, una rockola de algunas de las mejores canciones de fines del siglo pasado. Parace que fue hace un montón de tiempo pero la voz de Whitney Houston hace que suenen tan actuales. Y tan tristes.*

ESPECTÁCULOS

es-uy

2023-02-03T08:00:00.0000000Z

2023-02-03T08:00:00.0000000Z

https://epaper.elpais.com.uy/article/282256669643686

El Pais Uruguay