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El legado de Robert Lucas Macroeconomía revolucionada

Robert Lucas murió el 15 de mayo pasado. Como bien se ha sugerido ampliamente, se trata quizás del macroeconomista más influyente de los últimos 50 años. Ganó merecidamente el Premio Nobel de Economía en 1995 por sus grandes aportes de los setenta, pero lo podía haber ganado otra vez por sus contribuciones posteriores.

¿En qué revolucionó Robert Lucas la ciencia económica? Acá resumo algunas ideas simples e intuitivas, algunas de las cuales venían de antes, que formalizó teóricamente y/o aportó evidencia.

Primero, revolucionó el método y el enfoque económico al conectar la macro con la microeconomía. Hoy eso parece obvio, pero hasta fines de los sesenta no se había hecho. Naturalizó el enfoque macroeconómico como la correcta agregación de las decisiones de agentes económicos (personas, empresas y gobiernos) que optimizan dinámica e intertemporalmente. Como consecuencia, los desarrollos teóricos y empíricos en macroeconomía se volvieron menos contables, estáticos y adaptivos, e inevitablemente pasaron a ser microfundados.

Pero la revolución epistemológica de Lucas fue más profunda. Siguiendo algunos enfoques previos sobre qué constituye una buena teoría económica (“aquella que predice bien”), diseminó en la profesión la mejor forma de lograrla. Estableció

ALDO LEMA ECONOMISTA

“Con Lucas hubo claramente un antes y un después en la ciencia económica; revolucionó la macro y también, la gestión de las políticas asociadas.

la necesidad de construir buenos modelos, basados en la formalización de ciertas hipótesis plausibles y verificables, que repliquen razonablemente bien la realidad económica. Un modelo que la imite.

Segundo, en esa integración de la micro con la macro, incorporó el rol fundamental de las expectativas económicas y en particular, desarrolló “la hipótesis de las expectativas racionales”. Pero Lucas fue mucho más allá de considerar que las personas pueden actuar de la forma más eficiente con la información que acumulan. Esta definición terminaría siendo “vacía” fuera del contexto de modelamiento de la realidad bajo la que actúa. Los agentes económicos se moverán (optimizarán) en base a la información acumulada, pero atendiendo también el contexto de acción y los cambios esperados e inesperados de políticas.

Tercero, de modelos microeconómicamente bien fundamentados y la incorporación de las expectativas racionales, Lucas extrajo nuevas explicaciones para el ciclo económico. En un artículo revolucionario de 1971 (“Some International Evidence…”), desarrolló “el modelo de islas”, en que cada empresa y persona tiene buena información sobre su rubro, pero imperfecta sobre el resto. De eso, siguiendo la intuición de Milton Friedman, formalizó que la oferta agregada de producción y el ciclo económico dependían esencialmente en el corto plazo de las sorpresas monetarias (e inflacionarias). En contraste, los cambios monetarios anticipados no afectaban el PIB, sino solamente los precios y la inflación.

De esta explicación de los ciclos, derivó dos corolarios que mejoraron el ejercicio de la política económica desde los ochenta. Por un lado, la capacidad de la política monetaria de afectar la actividad en el corto plazo, dependerá de cuán acostumbrada esté la economía a esas sorpresas. Si es relativamente estable y las expectativas inflacionarias están ancladas en torno a la meta, el buen manejo monetario podría suavizar el ciclo y validar cierto trade-off entre desempleo e inflación en horizontes cortos. Por otro lado, a la larga, el crecimiento económico solo depende del potencial y la política monetaria es neutral para afectar la actividad, con solo impactos en el nivel de precios y la tasa de inflación.

Cuarto, está la llamada “crítica de Lucas” a la econometría y al uso de modelos macroeconométricos de gran escala en la formulación de la política económica. A mediados de los ’70, en un artículo muy provocativo, Lucas planteó que los parámetros y las relaciones estadísticas recogidas en dichos modelos no podían considerarse estables. Quizás describían correctamente el funcionamiento histórico de la economía, pero al no capturar adecuadamente las expectativas, ni los cambios inesperados de políticas macro, difícilmente podrían pronosticar las respuestas de los agentes a shocks de diversa índole, incluidos aquellos de política económica. Tampoco permitían hacer análisis contrafactuales para otros escenarios.

Por último, tras ser convocado en 1985 a las prestigiosas Marshall Lectures de la Universidad de Cambridge, Lucas se sumergió en los determinantes del crecimiento económico, en interacción con Paul Romer, a quien le estaba guiando la tesis doctoral en la Universidad de Chicago. Rápidamente concluyó que el ingreso per cápita de los países pobres convergería al de los ricos, pero a una velocidad dependiente del tipo, desarrollo y calidad de las políticas e instituciones adoptadas. Más en particular, reivindicó la importancia del capital humano en el crecimiento económico, con énfasis del learning by doing (aprendizaje en el trabajo) estimulado por la apertura comercial. De todo eso, Lucas hizo célebre la frase de que “las consecuencias del crecimiento económico para el bienestar humano son tan estremecedoras que una vez que uno empieza a pensar en eso es difícil hacerlo en otra cosa”.

Una frase similar es válida para la mayoría de sus aportes e ideas. Desde que uno los internaliza, no puede dejar de recurrir a ellos para el análisis económico. Con Lucas y su aproximación a esos cinco grandes temas, hubo claramente “un antes” y “un después” en la ciencia económica. Revolucionó la macro y la gestión de las políticas asociadas. Y mereció ganarse el Nobel más de una vez.

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2023-05-29T07:00:00.0000000Z

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