El Pais Uruguay

Playa Pascual, disparos y picadas

KAREN PARENTELLI

El 28 de enero, un joven fue baleado en Playa Pascual y, en medio de la noche, lo llevaron al centro de salud. Después de ser atendido no quiso presentar denuncia. Esa fue una de tantas situaciones violentas en el balneario maragato cercano a Montevideo. Y que no son de ahora, pero se han agudizado según testimonios, aunque la Policía dice que hay más patrullaje. Los vecinos, cansados, denuncian picadas clandestinas de motos, peleas entre grupos de jóvenes y disparos de armas de fuego. A esto se suman los ruidos molestos por las juntadas nocturnas cerca de la playa. “Llega gente que no es de acá. Vienen del Cerro, de Los Bulevares”, dice Marianita Fonseca, alcaldesa y dirigente del Partido Nacional. “Este gobierno y el anterior no han querido hacer nada, pero tenemos un desmadre”, aseguró el comerciante Marcelo Dorel.

La avenida principal de Playa Pascual nace en la ruta 1 y termina en la rambla. En una gran explanada libre, sin árboles, sin bancos u otros mobiliarios. Un terreno libre frente al mar, el escenario ideal para que jóvenes se junten por las noches a escuchar música, tomar alcohol y pasar el rato con amigos. Autos parados con parlantes y alto volumen, motos dando vueltas en un tramo de una cuadra, pequeños grupos de personas tomando vino y fumando porro en los cordones de las veredas, otras recostadas en los autos y varios caminando por el medio de la avenida Río de la Plata.

Esta imagen puede ser similar a la de muchos barrios de Montevideo, de Ciudad de la Costa o cualquier otra zona de Uruguay por la noche, pero no lo es. Porque en este punto se concentran denuncias de vecinos sobre picadas clandestinas de motos, peleas entre grupo de jóvenes y, lo que más alerta a todos, disparos de armas de fuego. Y a esto se suman los ruidos molestos: todos los consultados para este informe que viven sobre la rambla y avenida Río de la Plata coinciden en que es imposible dormir los fines de semana, “salvo cuando hay algunas horas de tranquilidad por un operativo”.

“No llamamos más a la Policía”, cuenta una vecina que hace más de 30 años vive en el lugar y pide no ser identificada por temor a represalias, aunque nunca ha recibido amenazas. “En lo personal ya no me quiero meter más, no sabes qué puede pasar y acá todos nos conocemos. La última vez que llamé para decir que escuchamos tiros, la señorita del 911 me preguntó a mí si consideraba que tenían que enviar un patrullero”, dice.

Lo habitual es que ella no se duerma hasta las tres de la mañana, su marido sí duerme un poco más, pero se ponen unos auriculares aislantes de sonido.

—¿No puede dormir por el ruido?

—Sí, es un zumbido constante. Hay vecinos que han construido otros cuartos en la parte de atrás de la casa. Pero tampoco podemos quedarnos aislados sin escuchar nada. Ahora logramos cerrar todo y tenemos cámaras, pero igual entraron a robar. Más de una vez saltan la reja y se meten en el jardín, a veces se esconden acá en el frente de casa.

Esta vecina tiene que mirar por la cámara de seguridad para saber cuándo puede volver a su casa. Porque, si se demora mucho, los viernes y sábados la calle está tapada de autos y personas caminando, y la entrada de su garage queda cerrada. Y no solo pasa en verano.

Caminando por el lugar se ven muchos carteles de “se vende” y “se alquila”, en casas que están a pasos del mar. Algunas llevan años sin poder conseguir dueño. Los que se han podido ir, ya lo han hecho.

Estamos en San José pero muy cerca de Montevideo, a 34 kilómetros del centro capitalino, un poco más de media hora en auto, y a unos 10 minutos del puente sobre el Santa Lucía. Es el punto más popular para hacer playa de Ciudad del Plata, y también una de las localidades que más crece en población.

Playa Pascual, una suerte de balneario con perfil obrero, es ciudad dormitorio para la mayoría de los vecinos porque votan, trabajan y tienen sus actividades sociales en Montevideo, “el centro” para los lugareños. También es el modismo con el que le indican al chofer que van a Montevideo, al subir al ómnibus y pasar la STM: “Uno al centro”. Tienen sus casas y viven acá en San José, pero muchos se sienten como en un barrio de Montevideo.

Recorrer por el día la zona de la rambla y la avenida principal es ver un balneario. Se escucha el ruido del agua, se siente en la cara el viento calmo del Río de la Plata y está esa sensación de inmensidad al mirar cómo el horizonte es cielo y mar. Niños jugando en la arena con gorro y madres al cuidado, parejas tomando mate debajo de la sombrilla, y carritos de venta de tortas fritas y agua caliente. Pero esta imagen de descanso y hasta familiar, desaparece los fines de semana por la noche.

“Acá llega gente que no es de Ciudad del Plata. Son de otras zonas, vienen de Montevideo, desde el Cerro, de Los Bulevares”, dice Marianita Fonseca, alcaldesa de Ciudad del Plata y dirigente local del Partido Nacional. “Eligen el lugar no por el atractivo de la playa, creo que es porque hay otras zonas muy controladas, y de a poco van huyendo hacia acá”. Para Fonseca, el problema es de convivencia y de seguridad. “Los ruidos molestos son un problema importante, porque la gente ahí no puede descansar. Y lo de la seguridad es algo que ha ido mejorando, no es que haya balaceras todos los fines de semana, no te voy a decir eso, porque no pasa, pero sí es común que se oigan disparos”, reconoce la alcaldesa.

Si bien a Fonseca le llegan reclamos de vecinos denunciando este problema, ella cree que lo que atañe a la seguridad está en otro punto. “Lamentablemente lo que pasa es que las mismas personas que son heridas no denuncian el caso. Esto no es algo que pase solo en Playa”, advierte. Fonseca vincula estos episodios a delitos vinculados al narcomenudeo, que se cruzan muchas veces en este punto de Playa Pascual pero ocurren en todo Ciudad del Plata.

La alcaldesa dice que este no es un problema nuevo, lleva años. “Siempre hay y tiene que haber un punto donde los jóvenes se reúnan. Pero tienen que ser encuentros que no distorsionen la vida de todos los vecinos”, reclama.

HERIDO DE BALA. El 28 de enero los disparos que los vecinos escucharon fueron reales, y nadie los pudo haber confundido con otro sonido. Un muchacho de Playa Pascual recibió un tiro en su pierna. Según la información oficial de la Policía, la herida fue en el muslo izquierdo, la persona fue llevada en un patrullero hasta el centro de atención de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) de Ciudad del Plata. En el llamado “hospitalito” dijo que no radicaría la denuncia.

El disparo lo recibió desde una camioneta que estaba reportada como hurtada y que la Policía encontró luego abandonada, pero no se pudo dar con quienes la manejaban. Esa noche ya había un operativo preparado: la Policía sabía que el vehículo había sido robado de un depósito de la Aduana de Montevideo y la situación se agravó cuando advirtieron que circulaba sin matrícula y sin luces por la zona.

Así que se cruzaron dos hechos, el hurto de un vehículo y el disparo que recibió un joven. Y un mensaje claro: algo pasaba entre el herido y los que desde la camioneta le dispararon. La Policía dice que no hay versión oficial, porque no se investigó, ya que el herido no radicó denuncia.

Pero los vecinos opinan distinto, según pudo reconstruir El País. Ellos creen que el joven baleado reconoció a quienes le dispararon.

Recorrer la noche en Playa Pascual un sábado es encontrarse con autos estacionados en fila con parlantes tipo puff. Se ven matrículas de San José, pero la mayoría son

de Montevideo. Distinguir una canción no es tarea sencilla, porque se mezcla lo que distintos grupos escuchan. A algunos desde temprano, sobre las once, se los puede ver bien equipados para una noche larga: conservadora con hielo y vasos caseros de plástico listos para compartir.

Llegar hasta la explanada de la rambla implica tomarse la última cuadra con tranquilidad. La gente camina por la calle, al mismo tiempo que motos de pequeña cilindrada dan vueltas en el trayecto de menos de una cuadra. Se ve a la Policía, que a esa hora patrulla el lugar con tranquilidad mientras que autos y motos circulan a contramano.

Pero más tarde a veces se entra a complicar. En un video al que accedió El País se ven picadas clandestinas de motos en la noche y en otro, publicado el 21 de noviembre pasado por el medio local Info Ciudad del Plata, se observa casi una batalla campal entre jóvenes y la posterior intervención policial. Ese fin de semana hubo disparos de armas de fuego aparentemente sin heridos, según publica ese medio.

Ricardo Umpiérrez, un vecino de la zona, relata que a la mañana siguiente abundan las botellas de vidrio rotas, tiradas en el piso. “Se arman grescas entre ellos. Hemos tenido problemas de disparos, de gente herida”, dice y va hacia atrás en el tiempo: “Hace dos años se dio una balacera, el dueño de un pub fue procesado por tenencia de armas, por suerte no murió nadie”.

Su casa probablemente sea la que está más en el centro de la circulación. “Te enloquecés, porque no podés dormir y la cabeza te empieza a dar vueltas. Muchos de los vecinos de acá toman medicación para dormir, yo sigo con el ventilador, que tiene un ruido constante y me distrae un poco”, admite.

Umpiérrez no es radical. “No queremos que se vayan todos los jóvenes de acá, hay que respetar, respetarnos”, dice. “Pero que todos puedan disfrutar. Te aseguro que si te tomás el trabajo de hablar con gente trabajadora de acá y les preguntás si viene de noche a disfrutar de la rambla, la mayoría te va decir que no, que hace años que no viene para acá, porque la gente tiene miedo”. —¿De noche esto es tierra de nadie? —No, no te voy a decir eso. Pero hubo hechos de violencia acá a la vuelta. Y sí, dos por tres tenés problemas con disparos. Ha aparecido gente herida, que no sé, serán problemas entre ellos. Pero la situación está mejorando respecto a otros años, sobre todo lo de las picadas —responde Umpiérrez, quien en las últimas elecciones se postuló a alcalde de Ciudad de Plata por el Partido Nacional. No obtuvo muchos votos, pero dice que siempre va a seguir trabajando para mejorar la zona.

“En su momento los vecinos nos reunimos con el ministro del Interior, que era Eduardo Bonomi. En 2019 acá hubo un enfrentamiento grande y destrozaron un patrullero”, dice Umpiérrez y admite que no tiene que pensar mucho para recordar episodios de violencia. “El día en que la intendencia puso los lomos de burros para parar las picadas, a la noche los arrancaron y siguieron corriendo”, lamenta el vecino.

Umpiérrez vive en la rambla, pero además tiene un local comercial de venta de minutas y bebidas, que alquila. “Hace unos años a las dos de la mañana se armó una balacera. Estaban trabajando precioso, con mucha gente, era una noche de calor. Pero vos imaginate estar sentado ahí disfrutando del aire, del agua y que de repente empiecen a los tiros. No quedó nadie, se fueron todos”, recuerda hoy, “y toda esa gente que se va, no vuelve”.

“Lamentablemente las personas que son heridas no denuncian a la Policía”, dice la alcaldesa Fonseca.

LOS POLICÍAS. Este barrio de Ciudad del Plata, que fue creciendo sin mucha planificación urbana, supo ser una estancia y aún conserva el casco antiguo del cual la familia Pascual sigue siendo propietaria. Hay un avenida que lleva el nombre del primer dueño de todos esos terrenos antes de los fraccionamientos: Eduardo Pascual. También un camino de árboles que unen la ruta 1 vieja con la estancia.

Por las noches los móviles policiales recorren la zona. Y hay, además, cámaras del Ministerio del Interior instaladas en el punto “más caliente”, dónde la concentración de personas se nota.

La Policía está presente en la zona, según cuentan los consultados para este informe. “Llamás al 911 y vienen, por suerte ahora la respuesta es rápida”, dice Umpiérrez, “pero la otra vez vinieron los oficiales, se ve que pidieron que bajaran la música, pero eso no duró nada, un ratito mientras estuvieron. Ni bien se fueron, relata, “pusieron a todo lo que da canciones de provocación a la Policía”.

Para el jefe de policía de San José, el comisario general Atilio Rodríguez, la situación está controlada y lo ve más bien como un problema de convivencia, sobre el cual, afirma, trabajan activamente y en conjunto con la intendencia.

Rodríguez es oriundo de Florida y está en el cargo desde el 1º de setiembre. Él mismo ha recorrido los fines de semana Playa Pascual y, parado sobre la rambla donde a la noche se dan las grandes juntadas, dice a El País que hay que evaluar y ver los hechos que pasan.

“Playa Pascual tiene mucha población flotante en la época estival, que viene evidentemente a disfrutar de la playa. A esto no es ajeno la juventud, que elige el punto como concentración”, explica Rodríguez. Para el jefe de policía de San José, que cruzó medio departamento para poder hablar con “tranquilidad y tiempo, y mostrar lo que pasa acá realmente”, hay que centrarse en los hechos y en los números. “Nosotros tenemos un estudio comparativo con el año anterior, y se realizaron más del doble de operativos con el tema del tránsito, que si bien no es competencia de la Policía se apoya a los inspectores de la intendencia”.

Según los registros oficiales, la incautación policial de motos es más alta que en el año anterior. Son varios los motivos por los que se las retira, pero principalmente es por circular sin libreta de propiedad o de conducir, por no tener chapa o por estar alcoholizado.

Los operativos de controles no se hacen todos los fines de semana, pero hay una dotación fija en la zona patrullando, que con velocidad puede responder a cualquier situación. Recorriendo la noche de Playa Pascual se puede ver más de un patrullero. “No se pueden hacer controles siempre, no tendría sentido, por eso se hacen de forma aleatoria. Porque si las personas saben ya de antemano, no van a venir”, dice el jefe de Policía.

Esa es la dinámica de la Policía, pero algunos vecinos, como Marcelo Dorel, creen que la presencia continua en el lugar sería parte de la solución.

Desde la sombra que tiene en el jardín de su casa, que es también el patio trasero de su restaurante-hostal, Dorel afirma que “tanto este gobierno como el anterior no han querido hacer nada”. Y ataca: “Tenemos

un desmadre acá, lo controlamos desde afuera, lo miramos. Pero que se mantenga acá, que no se vaya a otro lugar. El problema es que acá también habemos personas que somos trabajadores. Pero meten a todos en una misma bolsa”.

Para Dorel, el que diga que no hay disturbios o que no se escuchan tiros, es porque no está en el lugar todos los días. “La situación se puede salir de control en cualquier momento. Antes las peleas las arreglaban a golpes, pero ahora es con armas. Hay un cambio muy profundo en la sociedad, en el comportamiento, en los códigos”, dice.

—¿Ha tenido algún daño o intento de robo en el local?

—No he tenido problemas. Me siento suertudo. También acá todo el mundo me conoce de toda la vida, será por eso.

—¿Y está seguro que lo que escucha son disparos de armas de fuego?

—Se escuchan tiros, sí. Y sí, son tiros, no bombas brasileras. Tengo un mozo que es un gurí de 22 años. Y después de trabajar se va para ahí a juntarse con unos amigos, y me contó como lo más normal del

JERARCA. El jefe de Policía de San José, el comisario general Atilio Rodríguez, se trasladó hasta Playa Pascual para conversar con El País. En la entrevista afirmó que hay un problema de convivencia sobre el cual, sostuvo, trabajan activamente y en conjunto con la intendencia. La Policía aconseja a los vecinos llamar al 911 ante cualquier disturbio.

“Ni el gobierno anterior ni este han querido hacer nada, pero acá hay un desmadre”, afirma un comerciante.

mundo que le habían pegado un tiro a un amigo suyo. O sea, es moneda corriente.

SIN PRUEBAS. El jefe de Policía de San José dice que en los últimos controles de este verano no se constataron “indicios de utilización de armas de fuego ni en vehículos ni en viviendas damnificadas”, aunque “sí hubo algún llamado, pero no encontramos evidencias”. Por eso, insta a la población a denunciar los hechos llamando de forma anónima al 911 o a la seccional, como quede más cómodo. “Es imprescindible que denuncien, así podemos actuar sobre esos hechos”, dice.

Tampoco se incautaron armas de fuego en los controles de vehículos. Ante las denuncias de los vecinos, se instrumentó un registro al ingreso de Playa Pascual para detectar ahí las posibles armas y no cuando ya están en la rambla. Pero allí no se detectó nada, según la versión policial.

El encargado de la terminal de Cutcsa tiene otras historias sobre las armas. “Lo que pasa es que las descartan, yo mismo he encontrado armas blancas escondidas. El otro día pasó el patrullero y les di una”, asegura. También dice que en la casa de un vecino una noche escondieron un revólver, y después que se fue la Policía lo pasaron a levantar.

Este hombre, que trabaja en la logística para que los primeros turnos de los sábados y domingos salgan a unas cuadras de la terminal porque el tumulto de gente hace imposible que los coches partan del lugar estipulado, cuenta que hace cuatro años presenció cómo le pegaban un tiro a una persona. “Lo vi, y lo escuché, le tiraron por la espalda. No me lo contó nadie”, recuerda.

La seguridad en esta zona se puede leer como una preocupación nacional. El propio fiscal de Corte, Juan Gómez, estuvo en Playa Pascual en una reunión el viernes 8 de julio de 2022. En esta actividad participaron vecinos de la zona, el entonces Jefe de Policía de San José Orestes Leles da Silva, y también integrantes de la Guardia Republicana. El encuentro se dio en el parador “Hola Verano”, contra la rambla de Playa Pascual. La idea era que los vecinos pudieran plantear inquietudes y allí abordar diversos temas en cuanto al funcionamiento de la Fiscalía, las penas a delincuentes y asuntos relacionados a la seguridad pública.

La reunión se realizó con relativa normalidad. La presencia de Gómez significó también la de la prensa local. Pero algunos vecinos se manifestaron molestos en las afueras del local, y el jefe de la Guardia Republicana Enrique Sosa salió para charlar con ellos y también apaciguar las tensiones.

Pero la historia no quedó ahí. Más tarde por la noche se produjo una balacera en el parador, quedaron vidrios rotos y también autos con impactos de bala. Los casos no están relacionados, según la información que maneja la Policía, porque de serlo la situación sería muy grave. Las líneas de investigación apuntan a que el hecho tuvo que ver con un enfrentamiento entre personas que estaban en el local.

Este último caso se resolvió, hay una persona formalizada. Pero las dudas sobre la seguridad siguen en esta zona de San José, donde el Río de la Plata comienza a unirse con el Santa Lucía, y cada fin de semana la rambla por la noche deja de ser una simple opción de paseo familiar.

PORTADA

es-uy

2023-03-18T07:00:00.0000000Z

2023-03-18T07:00:00.0000000Z

https://epaper.elpais.com.uy/article/281517935357317

El Pais Uruguay