El Pais Uruguay

Mediocridad inflacionaria

Uruguay debe tener una inflación cercana al 3%. No hay ninguna razón para conformarse con menos de eso. Afortunadamente, el presidente del Banco Central Diego Labat reafirmó la ambición a pesar del cierre en 2021, en torno al 8%, por fuera del rango meta.

Parecería que hay mucha gente resignada en este tema; empresarios pero también analistas económicos. Claro que es difícil, pero por momentos parecemos cómodos en esta mediocridad inflacionaria, lejos del pasado problemático de la segunda mitad del siglo XX pero también lejos de niveles óptimos en cualquier comparación.

Este conformismo con la mediocridad inflacionaria tiene al menos tres causas. Primero, como en tantos temas tendemos a creer que las cosas, indefectiblemente, seguirán siendo como siempre fueron. De alguna forma reina un “ya lo intentamos, no se pudo” o “en Uruguay no se puede”. Nos cuesta imaginarnos y ambicionar una dinámica inflacionaria distinta a la que vivimos los últimos 30 años, que comparada con los 40 anteriores es un lujo.

A esto se le suma un obstáculo adicional, la subestimación del costo de tener esta inflación y de los beneficios de largo plazo de reducirla. En economía el desafío muchas veces es calibrar los efectos que no se ven, estimar no solo lo que pasa, cuando hacemos algo, sino lo que deja de pasar. Una economía con una inflación cercana al 3% es una economía más eficiente y competitiva. También significa un mercado laboral con menos tensiones salariales, con menos riesgos de pérdidas y menos tentaciones a sobremarcar precios, por las dudas.

La tercera razón de la comodidad con la mediocridad inflacionaria puede ser como se distribuyen las ganancias y las pérdidas de su combate. Como en la mayoría de las cosas de verdad importantes, los logros se construyen de a poco y con frutos valiosos recién en el largo plazo. Sin embargo, los costos de romper esa inercia sí son de corto plazo y pueden generar cierto malestar. Reducir expectativas inflacionarias puede ser contractivo y moderar el espiral inflación-salarios significa ser antipático. Para un gobierno dado, que en 5 años ya no estará, lo más comodo puede ser patear para adelante siempre que no se vaya de las manos el tema.

Es por todo esto que es muy valiosa la entrevista de Diego Labat en la edición de ayer del semanario Búsqueda. Quizás lo más destacable de la entrevista es la ausencia de escusas. Si bien el BCU incumplió su objetivo en la comparación internacional la inflación uruguaya mejoró muchos escalones en 2021, dado que los demás están peor. Europa y EE.UU. no quedaron lejos con 5% y 7%, Brasil tuvo más de 10% por lo que por primera vez en muchos años salimos del podio inflacionario sudamericano que compartíamos con Venezuela y Argentina. La tentación de escusarse estaba ahí, sin embargo, el Presidente del BCU toma el camino difícil de la autocrítica y redobla la apuesta.

Es central que el gobierno persista en un objetivo tan importante para el Uruguay de largo plazo. El camino es simple pero difícil, romper con la inercia, alinear instrumentos, persistir y persistir. En algunos años, cuando lleguemos nos parecerá una obviedad y nos costará entender por qué no lo pudimos hacer antes.

En la inflación, Uruguay está lejos del pasado problemático, pero también de niveles óptimos.

EDITORIAL

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2022-01-14T08:00:00.0000000Z

2022-01-14T08:00:00.0000000Z

https://epaper.elpais.com.uy/article/281792812389386

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