El Pais Uruguay

La artista que quiso hacer del arte algo popular

El próximo 2 de febrero se cumple un siglo del nacimiento de la pintora y grabadora, fundamental en la historia del arte nacional

más todos los alumnos con los cuadritos y pasaba Léger, muy fugazmente, a corregirlos. ¿De ahí qué podes sacar?”.

De Leonilda, en tanto, se puede decir lo que sea, pero no se pude avanzar sobre su vida y obra sin hablar del grabado, la técnica a la que decidió dedicarse por convicción y por ideales.

“Cuando me transformé en artista lo que me interesaba era comunicarme con la gente, y ahí fue que elegí más el grabado que la pintura, a pesar de que empecé a pintar antes que a grabar. El grabado me dio el camino hacia lo que yo quería… Con un grabado en madera podés sacar miles de estampas y todo el mundo puede tener un original en su casa, mientras que de una pintura no. Primero que la pintura no llega así fácilmente. Tenés que ir a una galería, cosa que es un absurdo, y eso no está al alcance ni del dinero ni cultural del pueblo”, dijo la artista en una entrevista que le realizó Pablo Thiago Rocca.

Aprendió la técnica, contó alguna vez, de forma autodidacta, probando, haciendo y deshaciendo. Empezó con grabados en linóleo y cuando regresó de Europa a Uruguay se especializó en xilografía, un tipo de grabado en madera. Fue entonces que empezó a dar clases en los talleres que organizaba el Museo Nacional.

Además, junto a otros artistas que también habían estudiado en Europa alquilaron un taller en pleno centro de Montevideo que compartieron durante muchos años.

En 1953, en ese mismo local de ventanas amplias que estaba en Río Branco y 18 de julio, Leonilda junto a Susana Turiansky, Nicolás Loureiro, Beatriz Tosar y Aída Rodríguez, fundaron el Club de Grabado de Montevideo, una institución sin fines de lucro dedicada a la producción y difusión de esta técnica, inspirada por uno similar que existía en Brasil.

“El Club de Grabado de Montevideo es una institución importantísima de la segunda mitad del siglo XX porque al igual que los murales del Taller

Torres García, opta por este formato nuevo para popularizar el arte, porque no todo el mundo tenía acceso a tener pinturas o esculturas en su casa. Sin embargo, el grabado es más económico y permite tener obras de gran calidad y de artistas fantásticos, como Leonilda. Entonces en los años 50 eso fue como un sacudón en la escena un poco conservadora de Montevideo”, explica Aguerre.

Funcionó, desde el comienzo, con la financiación de socios. Hacia el año 1964, dice la página Anáforas de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República, los socios ya se contaban en unos 1.400, y había una veintena de artistas vinculados a él. Además, desde allí se promovían talleres, charlas, debates, discusiones. Leonilda estuvo en la comisión directiva por más de veinte años. En su auge, el Club de Grabado de Montevideo llegó a tener 4.000 socios.

“Se hablaba de arte, se discutía muchísimo, eran épocas muy fermentales, los años 60, se pensaba mucho en qué era arte, qué no era, si todavía corría el arte figurativo, o la abstracción tenía que suplantar lo figurativo. Leonilda hacía pintura y grabados figurativos pero con una impronta de resistencia a determinados aspectos de la sociedad que cuestionaba. Era un grabado figurativo crítico y experimental”, agrega.

Al respecto, sobre lo figurativo de su arte y la discusión sobre nuevas corrientes, en su libro Esta soy yo —una autobiografía de la que ella misma imprimió un número muy reducido de copias— dice: “Cada vez que intentaba incursionar en las corrientes de actualidad, cubismo, surrealismo, informalismo, etc, fracasaba y por tanto sufría. Entonces agarrando el toro por los cuernos y a fuerza de parecer extemporánea decidí seguir oliendo a campo y me puse a pintar como mis entrañas me lo exigían”.

Así, de las entrañas o de eso que solo sale de los orígenes, realizó las series de grabados Pájaros o Caballos o Gatos e interiores o Balcones. Sus trabajos eran casi todos así: niños, animales, campamentos, bosques.

Ganó premios, se afilió al Partido Comunista, tuvo exposiciones individuales en distintas salas de Montevideo y en el exterior, como en Buenos Aires, La Habana, Panamá o Brasil, trabajó como funcionaria del MNAV, cargo al que renunció en 1976, justo antes de exiliarse en Lima por la dictadura militar. Viajó por distintos países de Latinoamérica, dio clases de grabado, cursos, talleres y conferencias y en 1986 regresó al país.

Recibió el Premio Morosoli de Plata y el Premio Figari, ambos por su trayectoria artística y nunca dejó de trabajar por la difusión del grabado como técnica y como forma de pensar al arte.

Leonilda González murió en 2017. Pocos meses después el MNAV decidió hacer una exposición con el acervo de su obra. Esa fue la primera vez que Leonilda tuvo una muestra individual allí. Entonces, al entrar a la Sala 1, lo primero que se veía eran algunos de los grabados de la serie Novias revolucionarias, esas imágenes que, entre la belleza y la oscuridad, se expanden y resisten al tiempo.

Fue una de las fundadoras del Club de Grabado de Montevideo, en el año 1953.

Desde marzo, el Museo Nacional de Artes Visuales hará una muestra con su obra.

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2023-01-24T08:00:00.0000000Z

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