Desócrates | Montevideo

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Los sindicatos se atribuyen dos condiciones: la defensa de los trabajadores y hoy, las potestades de incidir en las decisiones del gobierno electo por todos - cogobierno...

Tienen soluciones que son, más o menos, axiomas dogmáticos. Postulados infalibles.

Para el rubro trabajo se exigen salarios máximos. Para influir en los ítems gubernativos, se debe inclinar a sus peticiones. De no hacerlo vienen los paros, griterías, prepotencias, carteles, marchas con obstrucción de lo que se interponga, bombas de humo, desalojos de los trabajadores rebeldes a sus paralizaciones, etc. Porque estos derechos son de todos los trabajadores y por ende, es una “normativa” correctamente normal!

Estos preámbulos existen y se aplican en los países en donde predomina la democracia, las leyes, los derechos de todos los ciudadanos. No corren en los que tienen determinada ideología.

Sabemos quienes son... Aquí rige el “que cada pueblo decida”, “no podemos involucrarnos en lo que quieren los pueblos”...

¿Y si esos sabios reclamantes contaran con el voto de todos los trabajadores, ámbitos públicos o privados? ¿Si las decisiones fueran por el voto general de los involucrados? ¿Si las asambleas fueran por el voto de cada uno de los que allí trabajan? ¿Si para ello se contara con la supervisión y aval por ejemplo de la Corte Electoral u otra institución?

Porque vamos a las reglas espejos. Si los sindicatos trascienden sus especificidades y quieren gobernar, no es inmiscuirse exigir la urna democrática con el voto de todos. Ni quitarles ni cercenarles derechos. La huelga es respaldada constitucionalmente. Es hacer un plenario que en los paros, huelgas, se haga con el voto de todos. Y tal vez, con el voto secreto y escrito. No las asambleas de infinitas horas y el voto a mano alzada. ¡Tampoco moverles el piso a unos que tienen la banca sindical asignada e inamovible!

¡Qué hermoso sueño, soñar la democracia auténtica sin exclusiones!