El Pais Uruguay

TODO EN TODAS PARTES AL MISMO TIEMPO De crisis y cómo sobrellevarlas

Se estrenó en cines un vistoso drama familiar contado en multiversos, la idea de moda

FERNÁN CISNERO

Evelyn Wang (Michelle Yeoh, en una de las grandes actuaciones del año) no está su mejor momento. Tiene razones. Es una inmigrante que dejó China por ser la dueña de un lavadero en un barrio de California. Su marido (Ke Huy Quanes) es un divino pero algo disperso, por lo que el matrimonio está estancado en una rutina de poco tiempo libre, mucho trabajo y algo de mala onda de parte de ella.

La pobre Evelyn también viene mal en el vínculo con su hija adolescente (Stephanie Hsu), que está pidiendo a gritos un poco de consideración y siempre está acompañada por su novia, una situación sentimental que la madre no estaría pudiendo procesar. Para colmo, el papá (James Hong) de Evelyn está de visita desde China, y eso nunca sirve para aliviar nada.

Falta algo: el desorden de boletas, cuentas, ingresos y egresos, por lo visto, llamó la atención de la DGI del lugar, quien se personifica en Deidre, una empleada del fisco de las exigentes. Jamie Lee Curtis está fenomenal: Todo en todas partes al mismo tiempo es una película sobre dos personajes femeninos y dos grandes actrices.

Bueno, volvamos. Evelyn está mal. La película —dirigida con buen ojo para el espectáculo y el disparate por los Daniels, un dúo de directores integrado por Daniel Kwan y Daniel Scheinert— también trata sobre cómo lidiar con una situación que, hoy, uno presume generalizada. Son tiempos desesperados que necesitan soluciones desesperadas.

El cine, que está para eso, encontró la respuesta en los multiversos, el recurso narrativo que gana la industrial audiovisual moderna. Lo que la película cuenta en dos horas entretenidas de existencialismo pop son las posibilidades que ofrece esa idea de que somos uno y somos millones en infinitos universos

paralelos en los que padecemos otras penurias, disfrutamos otros beneficios, tenemos otros poderes, otras angustias.

Evelyn encontrará en ese recurso —contado como en una versión de Alicia en el País de las maravillas escrita por Charlie Kaufman— quizás la posibilidad de una tranquilidad, una madurez, una mayor autoestima, una paz familiar.

El recurso del multiverso, difícil de contar para un hombre grande, es una tendencia de la cultura contemporánea.

Es la razón por la que se pudieron juntar los Peter Parker de Tobey Mcguire, Andrew Garfield y Tom Holland en la última del Hombre Arañaa, por ejemplo. Y series como Dark y Russian Doll y películas como Dr. Strange en el multiverso de la locura están basadas en ese concepto. Una primera introducción a ese nuevo lenguaje, que de eso se trata, puede ser Spiderman: un un nuevo universo, la animación que ganó el Oscar en 2018 y compila todas las razones por las que se puede amar u odiar este invento.

El multiverso es lo que precariamente representaba el colorido Oz para la Dorothy acostumbrada al sepia de Kansas, y es la opción de la pastilla roja y la azul de The Matrix potenciada por 45.000 millones.

Evelyn va a descubrir que en ese universo de universos, su marido tiene versiones mejoradas de sí mismo (incluyendo el porte de un personaje de Wong Kar Wai en una escena que es una cita) y su hija es nada menos que Jubo Tupaki, la emperatriz del mal y que puso toda la experiencia humana en una receta de bagel. No pregunte.

Así de tantas son esas infinitas posibilidades que brinda el concepto y en Todo en todas partes al mismo tiempo, los Daniels las explotan casi todas, en una película caótica, anárquica, caprichosa y muy seductora. Son esas las consecuencias cuando se hace la revolución.

Esa tendencia al disparate surrealista, al desafío técnico, a llevar al extremo la narrativa, estaba presente en algunos videos musicales que dirigieron (ver, por ejemplo, los tres minutos, treinta de su clip de “Turn Down for What” de DJ Snake y Lil Jon, es tener un idea de qué estamos hablando) y en su primera película, The Swiss Army Man, una en la que Daniel Radcliffe estaba literalmente muerto.

No hay límites y las cosas suceden a una velocidad temeraria que seguramente es una zona de confort del nuevo público de las películas.

La obra de los Daniels viene tanto de los vértigos del cine asiático como de la imaginación de Edgar Wright, mezclado con la anarquía de las animaciones de Tex Avery.

Por eso, los personajes y las situaciones pueden ser absurdas, dramáticas, comiquísimas y hasta surrealistas (las dos rocas hablando, por ejemplo), en una sucesión ilógica que, quizás sea la única forma de darle sentido a este sinsentido en que nos hemos vuelto.

Es una película expansiva que en gran parte hay que adjudicar a Paul Rogers, el montajista. Es increíble lo que hace.

El cine es, la analogía viene justa, un universo en expansión. No ha parado de integrar la novedad y lo vanguardista a su corpus, para cumplir una de las misiones de cualquier arte que se precie: interpretar los tiempos de los que ha sido contemporáneo.

Es —así, con su estética de video juego, con sus reglas propias, su montaje vertiginoso, sus ideas apiladas— una película sobre cómo sobrevivir a la familia en tiempos así. En definitiva, esta vida es la que hay y entenderlo y no pensar en lo que dejamos para otros momentos, es una lección a aprender.

Incluso en su entrevero narrativo, Todo en todas partes al mismo tiempo es un ejemplo serio (y a la vez tan divertido, tan lindo de ver) del llamado alguna vez “séptimo arte” y presenta angustias modernas con herramientas modernas.

Es un nuevo lenguaje para un nuevo cine, ese arte, ese universo, siempre en expansión.

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2022-06-23T07:00:00.0000000Z

2022-06-23T07:00:00.0000000Z

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