El Pais Uruguay

“No busqué absolutamente nada de lo que me pasó”

FERNÁN CISNERO

Allí en el lobby de un hotel de la Ciudad Vieja está sentada la escritora del momento. Es Carolina Sosa Villada, tiene sus gafas características (“me los regaló una amiga trava de España, la Topacio Fresh”, dice), pide un refresco sin azúcar y se dispone a hablar con El País.

La excusa es la edición de Tesis sobre una domesticación, su nueva novela y la que sigue a Las malas,

aquella en la que ficcionaliza sobre su vida de prostituta travesti en su Córdoba natal; fue el libro obligatorio hace un par de temporadas.

Con Tesis sobre una domesticación (Tusquets, 790 pesos) pasa algo parecido. Va por una historia de una travesti actriz y casada con un abogado exitoso, madre adoptiva de un niño HIV positivo, y en medio de un proceso de cambio. Es una gran novela en la que se destaca la prosa y la experiencia de vida de la autora.

Ya hay una adaptación en cine en la que ella interpreta el papel protagónico: Sosa Villada es además actriz y dramaturga (su unipersonal

Carnes Tolendas fue consagratorio). Y ha publicado un libro de poemas

(La novia de Sandro) y fue bloguera hasta que decidió borrar su propio blog.

Sobre algunas de esas cosas, ahí en la Ciudad Vieja y detrás de sus lentes ya legendarios, Sosa Villada, que se despidió con una precisa imitación de China Zorrilla en Esperando la carroza, charló con El País.

—¿Por qué es tan poderosa la palabra travesti?

—Es literaria, tiene una carga que dice cosas que no dicen la palabra “trans” o “mujer trans” o “mujer transgénero”. Esa es una nomenclatura que bajaron de Europa y de los yanquis. En Latinoamérica la experiencia no fue así con esa palabra. Todas éramos travestis: las que estaban operadas, las que no, las que estaban a medio hacer, las que se estaban transformando, las viejas, las que se vestían solo para salir de noche. Es una palabra que tiene una connotación poética muchísimo más poderosa que esas tan asépticas, tan quirúrgicas.

—Más allá de las historias, una cosa que llama la atención es el cuidado de la prosa en sus libros. ¿Cuánto trabaja eso?

—Los libros no son solo la trama que, de hecho, es lo que menos me importa. La trama fermenta de ese trabajo que es sintáctico, que es gramatical y que nunca viene de lo que vos querés contar, algo que importa muy poco en un libro. Y es muy reconocible cuando algo está escrito desde ese lugar a cuando está escrito llevado por las palabras. Cambia completamente lo que vos recibís.

—¿Eso es algo planeado?

—Es instintivo aunque tengo que reconocer que cuando empecé a leer a Joan Didion, algo se me cambio en la cabeza. Su trabajo con la gramática, ella dice, es puramente estética. Dice que vos miras la frase y te das cuenta de qué es lo que sobra. Es como si estuvieras jugando un juego de mesa. Cuando la leí a ella dije, “guau, hay una forma todavía más profesional de escribir”.

—Y siempre está Marguerite Duras...

—Es otra que pensaba exactamente eso de las palabras. Y Sharon Olds tiene un concepto que es buenísimo: el del pudor. En el sentido de que lo que le daba pudor no lo publicaba. Yo soy bastante impúdica, pero sí tengo el pudor de que me daría vergüenza que leyeran eso de mí.

—¿Por ejemplo?

—Algunas columnas que he escrito alguna vez —por trabajo, porque me lo pidieron, porque necesitaba la plata— ahora me da pudor que se lean, por ejemplo. La semántica no importa, es cómo está escrita. ¡Me da una vergüenza! Hay un poema que una vez publiqué en Facebook y no está en ningún libro, en ninguna revista, y todo el mundo lo replica, me lo comentan en entrevistas y a mí me avergüenza.

—En Tesis sobre una domesticación dice algo así como que no hay nada peor que un sueño se cumpla.

—Me congratulo por esa frase. Es divina: “Un anhelo que se cumple puede hacernos tan ingenuamente felices como el amor”. Es una ingenuidad muy grande que se cumpla algo que uno desea. No debería pasar jamás. Lo que hay que dejar de hacer es desear.

—¿El sueño personal está sobrevalorado?

—La gente se pasa toda la vida anhelando ser algo, conseguir algo y dejan su vida en eso. Cuánto más sencillo sería hacerse un arroz con leche, sentarte con tu papá y tu mamá a charlar, tirarte en una terraza. En Las malas cuento que nos tirábamos desnudas en una terraza untadas en Coca-cola. Cuánto más fácil sería la vida así para todos. La idea de trabajar nos arruinó la vida.

—Pero uno piensa que usted deseó cosas y las consiguió.

—¡Para nada! Aunque mi madre diga que cuando era chica yo deseaba ser rica y famosa, nunca jamás busqué nada de lo que me pasó, ni de lo bueno, ni de lo malo. Llegaba por casualidad a las cosas y lidiaba con ellas cuando aparecían. Por ejemplo cuando hice Carnes Tolendas, era prostituta, no estaba queriendo ser actriz y una amiga me invitó —porque me vio con problemas con la falopa y el alcohol— a hacer un Federico García Lorca. Y apareció alguien que nos sugirió que incluyera cosas de mi vida porque veía conexiones entre la obra de Lorca y la vida de las travestis que yo nunca había visto. Y fue un boom. Y así todo. Estoy limpia de culpa y cargo: no busqué absolutamente nada de lo que me pasó. Y eso me da orgullo.

—Hablando de mujeres escritoras y de su propia obra, ¿qué identifica lo femenino en la literatura?

—Hay algo del error, de lo falible de un libro que tiene que ver con que las minas escriben tomando riesgos y no están preocupadas en que sea perfecto: están preocupadas en escribir. Y eso los tipos no lo hacen porque no se les permite equivocarse, tienen que hacer las cosas bien, tienen que ser varoniles, eficientes, perfectos. Las mujeres se permitían todo eso porque, total, no las leía nadie. Y está el riesgo de sentarte a escribir cuando se espera que vos estés atendiendo a tus hijos cuidando a tu marido, planchándole las medias, limpiando la casa, siendo bella, siendo bonita. Hay una molestia respecto de las mujeres escritoras, así que imaginate con respecto a una travesti.

—¿Esa percepción ha cambiado en todos estos años?

—No me cruzo con otras colegas escritoras que estén en la misma situación que yo. Hay travestis que están escribiendo, pero ninguna en mi misma situación editorial o de ventas. No sabría decirte porque es una cosa muy solitaria, como ser hija única (que también lo soy). No sé si cambió o no.

—En su obra de teatro (que también protagonizó) Carnes Tolendas decía, “nunca tuve dudas de lo que fui, de lo que soy, de lo que quiero ser”. Desde que dijo eso, ¿cambió algo su percepción?

—¡Ahora tengo todas las dudas! Eso lo dije cuando tenía 26 años y no me atrevería a decirlo de nuevo. Era completamente inocente.

—¿Y qué quiere ser ahora?

—No sé... Un cadáver aunque lo que no me gustaría perderme por nada es ver al mundo caerse. Y no sé si falta mucho tiempo para eso.

“Hay una molestia con las mujeres escritoras, imaginate con una travesti”, dice Sosa Villada

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2023-11-19T08:00:00.0000000Z

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