El Pais Uruguay

El joven diagnosticado por “folklorosis” que honra la raíz

Proviene de una familia que emana tradición y no reniega: Santiago Soares de Lima nació entre milongas y creció para compartirarlas

MANUELA GARCÍA PINTOS

Creció entre milongas, serraneras y zambas. Proviene de una familia que emana tradición y folklore, y no reniega de ello. Creció respirando a Chalar, Tabaré Etcheverry y Zitarrosa y en su casa se leía a Wenceslao Varela y a Romildo Risso. La música y el amor por “lo nuestro” fue, es y siempre será parte de su vida, porque estas cosas lo han llevado a conocer muchos lugares y, sobre todo, grandes personas.

Santiago Soares de Lima López se presenta como católico, oriental y folclórico, en ese orden. Es Licenciado en Gestión Agropecuaria y recientemente terminó de cursar un MBA Agronegocios en la Universidad Austral de Argentina. Actualmente, es productor del programa Americando, trabaja con el sacerdote Juan Andrés Verde en el barrio Santa Eugenia, y si bien no se dedica profesionalmente a la música arriba del escenario, lo hace como productor y organizador.

Proviene de una familia que emana tradición y folklore por ambos lados. La música llega a su vida por el lado Soares de Lima. “En casa siempre se escuchó y se tocó folklore, no solo en mi generación, si no en las dos o tres anteriores y supongo que en las que vendrán también… Cuando nací, mis abuelos me regalaron la guitarra que había sido de mi padrino, Pablo, y ahí empezó la cosa. Después llegó un bombo leguero santiagueño, regalo de mi abuelo paterno. Me crié escuchando a mi abuelo y a mi viejo cantar, guitarrear, siempre de oído, nada muy técnico, pero con su sentido y de verdad”, contó.

Se define a él y a su familia como “guitarreros” y no como “guitarristas”. Sus tíos abuelos, “La Tribu de los Soares de Lima”, cantaron por más de 50 años en Uruguay, rescatando y revalorizando las raíces del verdadero folklore, “de ese que dicen que se está perdiendo”.

“Crecí escuchando eso, donde las canciones que aprendía en la guitarra a los siete u ocho años, las pasábamos de guitarra a guitarra, de ‘oreja a oreja’. En casa, se escuchaba mucho folklore uruguayo, oriental: Chalar, Osiris, Los Olimareños, Tabaré Etcheverry, Zitarrosa, se leía a Wenceslao Varela, a Romildo Risso. Pero también llegaba lo argentino, desde Los Chalchaleros, a Cafrune, los Fronterizos, Yupanqui, Falú, y de una manera u otra eso se convirtió en parte fundamental de mi niñez y mi adolescencia”, contó.

Sus amigos lo diagnosticaron de “folklorosis”, pero aseguró que, por ahora, “la lleva bien”.

Por parte de la familia materna, también trae muchas de estas tradiciones, sobre todo, el gusto por “las cosas nuestras”, de la identidad uruguaya: “de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos”. Y quién le ha enseñado a querer estas cosas, es su abuelo materno, “Lopecito”, el reconocido comunicador Juan Carlos López.

“De chico siempre lo acompañé a los festivales, a las giras, rodajes, a la radio, a todos esos eventos en los que él siempre tuvo que ver y que, sin saber, también tenían que ver conmigo, con lo que soy. Para mi era normal estar en enero en Andresito, en Flores; en febrero en El Dulce Corazón del Canto, en Pan de Azúcar; en marzo en la Patria Gaucha; en abril y setiembre en el Prado agarrado de los pantalones del tata (porque no llegaba a cincharle el bigote), arriba de un escenario o haciendo alguna nota. Hoy en día me toca estar en un lugar diferente, pero también acompañando y en el mismo rumbo”, contó.

No siente el “peso” de ser el nieto de un grande, sino que para él “es un regalo”. “Es un orgullo tener a alguien tan cerca, que ha dedicado su vida a darse a los demás, a dar a conocer el Uruguay entero y no solo al país, sino a su gente. “López’, como le digo yo, es un conocedor de la gente del Uruguay, de los valores del uruguayo, del sentir oriental; nadie lo conoce mejor que él”, aseguró.

Lo que más admira de su abuelo es la pasión que pone en cada cosa que hace. “Hoy, con 77 años, se levanta y se va igual toda la semana al interior, a ver qué nota sale, qué encuentra, qué descubre que estaba por ahí olvidado en el último rinconcito del país. Admiro que siempre está contando ‘cosas buenas’, de esas que hoy en día muchos de los medios, esconden…”, expresó.

La música, y el amor por lo nuestro, fue, es y siempre será parte de su vida, porque estas cosas lo han llevado a conocer muchos lugares y, sobre todo, grandes personas tanto en Uruguay, como en Argentina y Brasil, en donde ha hecho muy lindas amistades.

Si tuviera que elegir un artista de cabecera dijo que, por lo que fue como músico, compositor y por lo que dejó: Santiago Chalar, “sin ninguna duda”. ¿Una canción? “Pa alumbrar los corazones”, de Atahuapla Yupanqui. Y citó: “empujao por el destino, también yo abrazo un madero Crucificado trovero voy yendo por los caminos. Mis cantos de peregrino no son salmos ni sermones, sino sencillas canciones de la tierra en que nací; Lucecitas que prendí pa’ alumbrar los corazones”.

Aseguró que el folklore es uno solo: no es argentino ni uruguayo, sino que es de todos. La palabra significa: “Saber de los pueblos”. “Crecí entre milongas, serraneras, chamamés, chamarritas, estilos, zambas, chacareras, y cada ritmo podrá tener su zona de origen, pero es de todos, porque el folklore es para compartir, de eso trata. Algo que me apena un poco, es que en Uruguay se ha ido perdiendo eso de juntarse entre amigos, cantores o no, en una rueda de fogón, guitarrear, compartir, mostrar lo que uno aprendió y lo que uno es. Últimamente viajo mucho a Argentina, por estudios y a tocar en algún evento, peña, y he notado que allá eso está un poco más vivo. Entiendo que es una población mayor, pero hay un sentir, una cultura diferente”, confesó.

Respecto a esto, contó que hace ocho años con unos amigos y con la firma Valdez y Cia, abrieron La Peña de Valdez, en la Rural del Prado y que lo hicieron como un lugar de encuentro para la familia o amigos, en donde a la tardecita-noche se pueda escuchar folklore en vivo.

“Vuelvo a eso de compartir. Es importante darle lugar a muchos nuevos valores que están surgiendo y que quieren mostrar lo que hacen. Lamentablemente acá en Uruguay, cada vez se le da menos lugar al folklore, claro, porque otros géneros llevan más gente y está bien que así sea, pero no por eso hay que cerrar las puertas a los nuevos y a los que quieren rescatar y no dejar morir las raíces, lo nuestro”, aseguró.

El campo para él es el lugar en donde se crió, creció y en dónde aprendió a valorar las cosas sencillas de esta vida. “Siempre digo que el campo es lo que es por su gente, la gente de campo. Admiro a esa gente y puedo decir hoy que es de quien más he aprendido. Hoy en día me toca estar un poco más lejos, pero es a donde quiero volver”, explicó.

También le consultamos cómo observa al Uruguay hoy: al Uruguay campero, político y social. “Veo al Uruguay como un país que a pesar de ser chico, para uno es muy grande, como decía Regules. ‘Cosas chicas para el mundo, pero grandes para mi’; Uruguay es grande por la calidad de su gente, grande por su historia, por lo que ha logrado y grande porque nunca se achica; el uruguayo sabe de ir para adelante, sabe de pelearlas, de caer y de levantarse. Veo a un Uruguay cada vez más libre y demócrata, en el que sigue primando el respeto y cada uno es libre de opinar lo que siente y piensa. Uruguay es un país campero, y ¿por qué no gaucho? Gaucho es el que hace gauchadas, y si sabrá el uruguayo de hacer gauchadas, de dar una mano al otro, de apoyar, de estar cuando la cosa viene jodida, ese es el Uruguay en el que vivo”, aseguró firmemente.

Y volvemos al inicio. Se define como católico, oriental y folklórico. Así y en ese orden. Le preguntamos por qué. Y dijo: “Tengo una profunda relación con Dios, es lo primero en mi vida. Y en estos pocos años he entendido que la Vida es darse, como el se dió, soy un agradecido de haber podido vivir lo que he vivido. Oriental, porque soy bien de acá, quiero y defiendo lo nuestro. Folklórico… no hace falta que explique (risas)”.

Para terminar citó a Don Elías Regules, el padre de la Tradición en Uruguay, que en una décima resume lo que este joven siente por su patria: “Yo elogio la ilustración Y á sus ventajas me amparo, Como lo prueban bien claro Mi vida y mi profesión Pero la alta perfección Que en la cultura se encierra No ha sido grito de guerra Para matar en mi pecho El gusto franco y derecho Por las cosas de mi tierra”.

RURALES

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2023-11-19T08:00:00.0000000Z

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