El Pais Uruguay

Uruguay, Argentina y el campo

NICOLÁS LUSSICH /ING. AGRÓNOMO MBA / PERIODISTA

Hoy es el balotaje en Argentina, con el que se define el próximo Presidente de la Nación vecina. Es el punto culminante de un proceso político que tiene en vilo a los argentinos y a la opinión pública internacional. A pesar de que parece no quererlo, Argentina es siempre un actor importante a nivel global. Supo serlo con mucho mayor alcance y jerarquía por muchas décadas, hace ya mucho tiempo, y aún lo es hoy por sus capacidades actuales y más todavía por el tremendo potencial productivo y social que tiene.

Es un país que demuestra -una y otra vez- que puede resurgir de graves crisis. Pero ese resurgir se hace de niveles cada vez más bajos. Por diversas razones, Argentina no ha logrado encauzar un proceso de crecimiento y desarrollo sostenido, que le permita mejorar de manera significativa el ingreso y la calidad de vida de sus habitantes.

Me parece relevante poner foco en 2 episodios clave, que seguramente pueden explicar una parte importante del trance actual.

Por un lado, lo sucedido en el marco de la crisis que se gestó con el quiebre de la convertibilidad, y que llevó al país vecino a un default histórico. Las virtudes (las tenía) del plan de ajuste y estabilización de los años 90, conducido por el menemismo, convivían con una verdadera “bomba de tiempo” económica. Dicho plan de estabilización recurrió a un ancla cambiaría (la propia convertibilidad 1 a 1, peso dólar) que no fue cabalmente acompañado de reformas en planos clave (laboral, mercados, etc.) y finalmente tampoco fue acompañado de una racionalización fiscal. Esto derivó primero en un espejismo de ingreso y consumo tan intenso como insostenible. La situación comenzó a darse vuelta cuando un socio clave como Brasil decidió devaluar su moneda en enero de 1999, culminando su propio proceso de estabilización. Brasil tiene una recesión, pero vuelve rápido a la senda del crecimiento, sin inflación y ganando en estabilidad e institucionalidad.

En Argentina, en cambio, fue el desparramo: el 1 a 1 implicaba una rigidez de la cual solo se pudo salir con un gran estruendo. Y allí vino lo peor: mientras Uruguay (que también entró en crisis) decidió honrar su deuda, en un ejercicio de alto sacrificio social y político (el Partido Colorado perdió casi la mitad de su caudal electoral), en Argentina se decidió repudiar la enorme deuda, con aplausos en el Congreso. Eso constituyó un quiebre profundo en la confianza en la economía argentina, no solo en lo estrictamente financiero (las pérdidas para los acreedores y el trance asociado) sino a futuro y en el largo plazo. Por supuesto, con posibilidades casi de autosuficiencia (Argentina tiene todos los recursos imaginables) el país siguió andando, pero la herida estaba abierta.

Las consecuencias de aquel episodio persistieron, ejemplificadas en los líos con los fondos buitre y -luego- con el regreso al financiamiento del FMI, prestador de última instancia que quedó comprometido y complicado con Argentina. Hoy siguen a la vista, aun con la dinamización de la demanda interna y externa post crisis de 2008. Mientras Uruguay hace más de 20 años que no tiene una crisis económica, goza de niveles de ingreso de los mayores de las últimas décadas y tiene grado inversor, Argentina está literalmente fuera del mercado financiero global. La comparación puede ser injusta y equívoca, pues son economías muy distintas; que sirva simplemente de referencia inmediata de cómo los errores financieros en economía tienen consecuencias de largo plazo. De hecho, el déficit en Uruguay preocupa (consolidado llega a 4,3%), pero en Argentina es de 12% consolidado (cuando se agrega el déficit para-fiscal, del Banco Central).

EL CAMPO Y LA POLÍTICA. El otro episodio involucra directamente al agro pero tuvo un alcance nacional, mucho más allá de las chacras. Ocurrió en el año 2008, cuando el campo argentino se movilizó contra la resolución 125 que subía -otra vez- las detracciones a la soja. El campo movilizado era un concepto muy amplio, que abarcaba no sólo a los productores, sino a trabajadores del transporte, agroindustrias y gente de los pueblos y ciudades que tienen afinidad con la tarea agropecuaria, por su valor efectivo y como símbolo. La 125 fue la gota que derramó el vaso, de un proceso de agresión y abuso al sector, que salió a la calle sorprendiendo a propios y extraños.

Eran tiempos del auge kirchnerista, con Cristina en la Presidencia y varios aliados que hoy están en la oposición, demostrando que las cosas en política - y más todavía en Argentina- son complejas. “Casi me pongo el país de sombrero”, confesó recientemente Cristina Fernández, recordando aquel trance. Más paradójico es que aquel mecanismo de la 125 que impulsó el ministro Lousteau (que implicaba impuestos crecientes con el aumento del precio), de haberse aprobado hubiera recaudado menos, porque el precio de la soja luego bajó.

La 125 fue rechazada en el Congreso por el voto “no positivo” del Vicepresidente Cobos y para el campo y la producción fue una enorme victoria política. Ganó la idea de que la gestión de gobierno no puede ser tan absurda y discrecional como para solo remitirse a sacarles a unos para darles a otros, desvirtuando el esfuerzo productivo y enraizando el clientelismo y la pobreza. Aquel año 2008 marcó un antes y un después, si bien el kirchnerismo buscó recomponerse luego del fracaso del gobierno de Macri, con la fallida fórmula Alberto-cristina. El país vecino siguió en problemas (la pandemia complicó más, por supuesto) y ahora está en una crisis gravísima.

La incertidumbre es enorme, pero parece claro que cualquier opción política tiene que contar con la adhesión de los sectores productivos y con una idea de racionalización del Estado y la economía, apuntando a generar valor genuino y no seguir en el círculo vicioso de cobrar impuestos para la ineficiencia, y en el peor de los casos para el clientelismo y la corrupción. Argentina tiene casi 40% de pobreza y más de 40% del empleo en la informalidad.

En Uruguay la peripecia del campo argentino no pasa desapercibida. Luego de la crisis de 2002, y con la pesificación asimétrica -que licuó las deudas de muchos productores vecinos- llegaron a la Banda Oriental decenas a hacer agronegocios y dinamizar nuestro campo, particularmente en la agricultura. Arraigó el concepto de que los argentinos traían la modernidad ante un campo uruguayo retrasado. Un concepto totalmente injusto y sin fundamento: era obvio que los productores uruguayos -como el Estado- debieron enfrentar sus propias deudas, que no fueron licuadas ni mucho menos. Muchos productores debieron vender parte de su patrimonio o directamente dejar la actividad, mientras los vecinos llegaban livianos de equipaje en términos financieros. Bienvenida la dinamización agrícola y la nueva tecnología, pero cada cosa en su contexto.

Pasado el episodio de la 125 y con las idas y vueltas entre macrismo y kirchnerismo, el campo argentino sigue “bajo la pata” de muy altas retenciones, particularmente en el caso de la soja, sin poder desplegar todo su potencial.

Las dificultades se han agravado con la implementación del cepo cambiario, que distorsiona todo y cuyas derivaciones también impactan en Uruguay. El agro uruguayo -de mucho menor dimensión que el argentinodepende en varios casos de manera directa de la provisión de insumos del país vecino (el caso de las semillas es de los más claros). La ida y vuelta es permanente y si bien la crisis en Argentina puede tener algún impacto positivo por llegada de capitales y otros efectos circunstanciales, a Uruguay siempre le va a ir mejor si a Argentina le va mejor.

Sea cual sea el resultado hoy domingo, la salida de la crisis Argentina no está asegurada y lo que sí es seguro es que será lenta y con costos. El problema es si la sociedad argentina y sus representantes políticos están dispuestos a asumirlos. O dicho de otra forma, si se impone el criterio de la política irresponsable expresado en el default del 2002 o el de la producción, la integración social y el trabajo como en 2008.

Los vecinos eligen hoy a su próximo Presidente, en medio de una grave crisis. Las lecciones de la historia, el protagonismo del campo y la incidencia en Uruguay.

RURALES

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2023-11-19T08:00:00.0000000Z

2023-11-19T08:00:00.0000000Z

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